No dejando que la tristeza nos anide en la cabellera, abrir de golpe la puerta y descubrir un par de sonrisas (o cuatro) que vienen de la compra, solo un día de la semana comer carne, firmar un contrato con lo que pensamos, y tener ilusión en algo, aunque sea en mundos imaginados, de trols, duendes y sueños.
miércoles, 3 de febrero de 2010
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